El éxito momentáneo puede ser una extraordinaria y afortunada casualidad, pero el éxito recurrente descansa en una adecuada definición e implementación de una planeación estratégica.
Desde los más remotos registros de la milicia, pasando por las obras de Nicolás Maquiavelo y llegando al escenario corporativo contemporáneo, la estrategia juega un rol esencial en la planeación de los individuos y las organizaciones exitosas.
Diariamente vemos empresas y organizaciones que claramente hacen “algo” que les permite estar alineados a un objetivo o ruta natural y se hace envidiable la claridad con que se conducen. Por el contrario, vemos también otras que con mayor claridad nos muestran que su andar no tiene un objetivo claro. No dudo en aventurarme a decir que ese “algo” característico de organizaciones exitosas es la definición y seguimiento de una adecuada planeación estratégica.
La planeación estratégica no es otra cosa que el diseño y posterior conducción de planes (estratégicos y tácticos) complementarios entre sí, perfectamente definidos y organizados de tal forma que se ordenen o entrelacen con el fin de alcanzar un objetivo único.
Para alcanzar esta idea de planeación estratégica, es ampliamente deseable ver surgir la iniciativa desde el máximo liderazgo de la organización para poder definir, tal como los directores de orquesta, en sintonía con su principal grupo de dirección, un plan de ruta que les permita diseñar una partitura que habrán de seguir todos de manera coordinada; activando cada recurso y cada elemento de la organización en el momento exacto que la estrategia lo indique. No antes, ni después; en perfecta sincronía.
Este grupo de orquestadores habrán de definir entonces, el objetivo principal de la organización, plasmado como la razón de ser de la misma, seguido a su vez por una serie limitada de objetivos estratégicos complementarios entre sí, que abonen hasta cumplir en su totalidad con el primero.
Cada una de estas estrategias, deberán ser analizadas y discutidas a profundidad, a fin de posteriormente ser nutridas con la definición de sus respectivos objetivos tácticos, representados con acciones específicas, con alcances, tiempos y costos definidos, de tal forma que delineemos para la organizaciones las acciones específicas que haya que conducir a fin de transitar cada uno de estos objetivos estratégicos para alcanzar esa razón de ser de la organización.
Teniendo entonces la “partitura”, “plan de ruta” o “mapa de ataque”, comienza el verdadero reto de demostrar el liderazgo de la cúpula de la organización, para que ésta en su conjunto, de forma integral, ejecute cada una de las acciones definidas en el momento y la coordinación que corresponda de acuerdo al plan. Para ello, será de crucial importancia que la organización haya considerado y puesto a disposición de los responsables, los recursos humanos, materiales y financieros necesarios para la consecución de los objetivos.
El éxito momentáneo puede ser una extraordinaria y afortunada casualidad, pero el éxito recurrente descansa en una adecuada definición e implementación de una planeación estratégica.